Colectiva Imago’99. Eclecticismos urbanos, territorios redefinidos

01/07/1999 § Deja un comentario

Ya hablamos la semana pasada sobre algunas de las propuestas de Imago’99, hasta el 18 de julio podemos disfrutar de esta primera parte de los veraniegos encuentros de fotografía y vídeo.

El deambular cotidiano del urbanita deja escaso margen a su definición al obviar, en pro de la colectivización, el espacio propio de cada individuo. Las diversas reflexiones que sobre la ciudad que propone Imago’99 permiten observarnos a nosotros mismos como habitantes de este ecosistema social. Tres líneas distintas de pensamiento, que se unen a las de Abrantes, están expuestas en Salamanca: en primer lugar la ciudad, personas, y, como tales, pensamientos, sentimientos y utopías; por otro lado el individuo, espíritu sentimental que muda en cada estado de ánimo, «ese trasiego que es la vida»; y la tercera, los restos de la urbanidad dormida, como huellas, que son  presencia del ausente.

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Colectiva Imago’99. La frialdad de los espacios vacíos, la desaparición de las personas

24/06/1999 § Deja un comentario

En verano, como todos los veranos, Salamanca se convierte en la meca de las tendencias más innovadoras del arte fotográfico. El lema genérico de las exposiciones de este año es la ciudad y en la sala Abrantes podemos observar el mayor despliegue de puntos de vista sobre este tema. Entrar en esta sala estos días, con el calor que hace en la calle, supone un contraste de temperaturas tal que la primera reacción es un escalofrío.

¿Pero donde está la gente?
Las diferentes propuestas fotográficas que se condensan en Abrantes responden a un desprendimiento de la subjetividad del fotógrafo buscando una puesta en escena del entorno cotidiano. Podríamos establecer relaciones con la fotografía objetiva alemana: fotografía realista y objetiva que aspiraba a ser un mecanismo fiel de reproducción; pero con una particularidad común, el fotógrafo se distancia de su entorno como un dios hacedor de una realidad de cartón, clonador hiperbólico de individuos, observador y manipulador desde las alturas de las gentes y sus edificaciones. Ante estas fotografías nos sentimos como visitantes de un museo en el que se exponen las imágenes de la abducción de la humanidad por una raza extraterrestre de clones idénticos, una sensación de desamparo e impotencia.

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Mario Giacomelli, un fotógrafo de domingos

03/06/1999 § Deja un comentario

En la sala del Patio de Escuelas hasta el 13 de junio podemos disfrutar de la exposición antológica de uno de los más importantes fotógrafos italianos, Mario Giacomelli. Nacido en Senigallia, Italia, con sus 74 años  sigue viviendo donde nació, ocupando su tiempo laboral en su taller de tipografía y haciendo fotos los domingos. Su obra ha sido expuesta en lugares tan dispares como el MoMA de Nueva York, Japón o China.

La fotografía de Giacomelli es la literalidad del blanco y negro rehusando conscientemente los matices. La mano del autor manipula la realidad «objetiva» de la cámara oscura para ejecutar una pintura. El acto fotográfico aparece como una mera excusa de su verdadero trabajo, el laboratorio. Para Giacomelli la fotografía se construye en el taller, como la poesía o la pintura, tacha, corrige y arregla la imagen hasta que se transforma en idea, una abstracción de manchas blancas y negras, pero sin obviar el carácter fotográfico. El papel emulsionado como lienzo y las figuras de la realidad la base sobre la que poetiza.

Mario Giacomelli crea mediante este ejercicio de síntesis, algo que va más allá de la idea, la emoción.  Unos ancianos retratados en el asilo con toda su crudeza, sin preciosismos, con cariño y compasión pero sin hacer concesiones a la estética. Ante estas imágenes el espectador se siente implicado y dolido. Es fuerte, sórdido y cruel y nos mete «el corazón en un puño».

Giacomelli es un hombre de su tiempo y su tierra. En sus paisajes podemos observar las telas de saco entretejidas de Alberto Burri, y en su visión testimonial sobre sus paisanos podemos identificar la mirada de sus contemporáneos Neorrealistas del cine de posguerra italiano. Estos paralelismos no solo tendrían lugar en los temas sino en como los siente, en como él se implica y no observa pasivamente. Giacomelli vive lo que ve y comparte con nosotros su diario emocional. Nos hace partícipes de una poética del sufrimiento por el miedo a envejecer, una poética del sacrifico en la tierra roturada, de la histeria de los curas jugando, de la vida en las gentes del pueblo, incluso, al final, una historia de amor.

Quizás, lo más interesante de esta exposición, además de su calidad, es su familiaridad y cercanía ya que podríamos reconocer imágenes de gentes y tierras de aquellos años en nuestra provincia.

CARLOS TRIGUEROS
Publicado en el periódico 
El Adelanto de Salamanca,
3 de junio de 1999

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