ÚLTIMOS DÍAS DE CATARSIS

22/08/2008 § Deja un comentario

El Adelanto de Salamanca, 22/08/2008

Últimos días para disfrutar de una de las más brutales exposiciones que ha programado el DA2. Con el gráfico título de «Irrespektiv» el sudafricano Kendell Geers compila sus trabajos de los últimos diez años, sobre sexo, violencia y miedo, para bombardear con ellos el Centro de Arte.

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Un tratamiento nada contemplativo sobre estos tres conceptos, cargado de iconos reconocibles y lecciones (u homenajes) de historia del arte. Es posible disfrutar cruelmente desde el dodecaedro de Leonardo Da Vinci transformado en valla de contención, hasta el «objeto encontrado» [ready made] de Duchamp como ladrillo que atraviesa una urna de cristal, pasando por una cruz de bolsas de cadáveres, geometrías con porras de policía o una estrella invertida de cinco puntas (símbolo del diablo) realizada con sirenas de coche de policía. Y no nos podemos olvidar de una sala dedicada a los pecados capitales escritos con luz negra, además de sus stencils (grafitis con plantilla) con temática pornográfica y un coche ardiendo en directo…

No apta para menores, esta exposición reúne lo socialmente considerado pecados del mundo actual. Sexo y violencia condensan la existencia, enardeciendo con el miedo la temática romántica en torno al amor y la muerte. El arte pasa de ser contemplativo a exorcizador de nuestros pecados. Esta es una de las pocas exhibiciones de arte contemporáneo que realmente posee una función catártica, muestra los horrores para expulsarlos. La purificación definitiva para estos tiempos de crisis, de cambio. Es una visita a la cámara de los horrores, al «fuck hell» [joder el infierno] que anuncia la entrada. Similar a la que se hace al Museo de la Inquisición a diferencia de que la muestra de Kendell Geers trata del hoy en día, y estamos demasiado cerca.

CARLOS TRIGUEROS

Colectiva Imago’99. Eclecticismos urbanos, territorios redefinidos

01/07/1999 § Deja un comentario

Ya hablamos la semana pasada sobre algunas de las propuestas de Imago’99, hasta el 18 de julio podemos disfrutar de esta primera parte de los veraniegos encuentros de fotografía y vídeo.

El deambular cotidiano del urbanita deja escaso margen a su definición al obviar, en pro de la colectivización, el espacio propio de cada individuo. Las diversas reflexiones que sobre la ciudad que propone Imago’99 permiten observarnos a nosotros mismos como habitantes de este ecosistema social. Tres líneas distintas de pensamiento, que se unen a las de Abrantes, están expuestas en Salamanca: en primer lugar la ciudad, personas, y, como tales, pensamientos, sentimientos y utopías; por otro lado el individuo, espíritu sentimental que muda en cada estado de ánimo, «ese trasiego que es la vida»; y la tercera, los restos de la urbanidad dormida, como huellas, que son  presencia del ausente.

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Colectiva Imago’99. La frialdad de los espacios vacíos, la desaparición de las personas

24/06/1999 § Deja un comentario

En verano, como todos los veranos, Salamanca se convierte en la meca de las tendencias más innovadoras del arte fotográfico. El lema genérico de las exposiciones de este año es la ciudad y en la sala Abrantes podemos observar el mayor despliegue de puntos de vista sobre este tema. Entrar en esta sala estos días, con el calor que hace en la calle, supone un contraste de temperaturas tal que la primera reacción es un escalofrío.

¿Pero donde está la gente?
Las diferentes propuestas fotográficas que se condensan en Abrantes responden a un desprendimiento de la subjetividad del fotógrafo buscando una puesta en escena del entorno cotidiano. Podríamos establecer relaciones con la fotografía objetiva alemana: fotografía realista y objetiva que aspiraba a ser un mecanismo fiel de reproducción; pero con una particularidad común, el fotógrafo se distancia de su entorno como un dios hacedor de una realidad de cartón, clonador hiperbólico de individuos, observador y manipulador desde las alturas de las gentes y sus edificaciones. Ante estas fotografías nos sentimos como visitantes de un museo en el que se exponen las imágenes de la abducción de la humanidad por una raza extraterrestre de clones idénticos, una sensación de desamparo e impotencia.

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Colectiva Nexo, ludópatas del arte

10/06/1999 § Deja un comentario

Una lástima, el 13 de junio termina en la Casa de las Conchas una exposición en la que todos podemos aprender mucho sobre el arte que viene. «Nexo» es la selección de la Muestra de Artes Plásticas de Jóvenes del Principado de Asturias. Una muestra caracterizada por lo plural y ecléctica de sus propuestas aunque coherente en reflejar lo que piensa la nueva hornada de artistas.

Ruptura generacional

Generaciones pretéritas se preguntan que es lo que piensan los jóvenes. Estos mayores añoran discursos de tipo ideológico pregnado de una utopía moderna. Las utopías se marchitaron y la política no es más que un interminable culebrón. Estos jóvenes se han desmarcado de la generación más cercana que trabaja con los parámetros y premisas de la postmodernidad, ya que bajo una fina superficie de hielo hipertextual se encuentra el vacío líquido que fluye hacia una la nada semántica. Además ya se han olvidado las mitologías personales y los tiempos heroicos de los salvadores de la cultura.

En la vida es necesario experimentar, ensayar y probar, notar y sentir, sufrir y padecer sin complejos y sin miedo a equivocarse. El arte ya es un concepto interno, anímico, de modo que la vida emocional es representada  a través suyo, y el arte es diversión.

El nexo de los artistas jóvenes

Las dinámicas de creación no están orientadas hacia la competición del mercado sino hacia la diversión, un antídoto contra la importante seriedad de la institución arte y la falta de alegría de hoy. El artista no tiene las preguntas ni las soluciones del mundo, conoce el pasado y no le interesa, juguetea con lo que se encuentra en él, utiliza su entorno inmediato para explicar el mundo. Ya no es una individualidad contra el mundo, el fin no justifica los medios, es toda esa deriva la que lleva a recrearse en el proceso y no en las consecuencias.

Sin pretensiones de lujo, fama o intelectualidad, los artistas hoy generan artilugios para crear un contexto de conversación común entre ellos, la obra y el espectador, siempre hablando del presente y el espíritu del tiempo el que viven. No imponen, exhiben experiencias de vida cotidiana sin mirarse al ombligo. Un juego en el que las reglas se van cambiando al gusto o disgusto de los participantes e incluso puede contradecir su premisa originaria. Un juego continuo de experimentación.

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Mario Giacomelli, un fotógrafo de domingos

03/06/1999 § Deja un comentario

En la sala del Patio de Escuelas hasta el 13 de junio podemos disfrutar de la exposición antológica de uno de los más importantes fotógrafos italianos, Mario Giacomelli. Nacido en Senigallia, Italia, con sus 74 años  sigue viviendo donde nació, ocupando su tiempo laboral en su taller de tipografía y haciendo fotos los domingos. Su obra ha sido expuesta en lugares tan dispares como el MoMA de Nueva York, Japón o China.

La fotografía de Giacomelli es la literalidad del blanco y negro rehusando conscientemente los matices. La mano del autor manipula la realidad «objetiva» de la cámara oscura para ejecutar una pintura. El acto fotográfico aparece como una mera excusa de su verdadero trabajo, el laboratorio. Para Giacomelli la fotografía se construye en el taller, como la poesía o la pintura, tacha, corrige y arregla la imagen hasta que se transforma en idea, una abstracción de manchas blancas y negras, pero sin obviar el carácter fotográfico. El papel emulsionado como lienzo y las figuras de la realidad la base sobre la que poetiza.

Mario Giacomelli crea mediante este ejercicio de síntesis, algo que va más allá de la idea, la emoción.  Unos ancianos retratados en el asilo con toda su crudeza, sin preciosismos, con cariño y compasión pero sin hacer concesiones a la estética. Ante estas imágenes el espectador se siente implicado y dolido. Es fuerte, sórdido y cruel y nos mete «el corazón en un puño».

Giacomelli es un hombre de su tiempo y su tierra. En sus paisajes podemos observar las telas de saco entretejidas de Alberto Burri, y en su visión testimonial sobre sus paisanos podemos identificar la mirada de sus contemporáneos Neorrealistas del cine de posguerra italiano. Estos paralelismos no solo tendrían lugar en los temas sino en como los siente, en como él se implica y no observa pasivamente. Giacomelli vive lo que ve y comparte con nosotros su diario emocional. Nos hace partícipes de una poética del sufrimiento por el miedo a envejecer, una poética del sacrifico en la tierra roturada, de la histeria de los curas jugando, de la vida en las gentes del pueblo, incluso, al final, una historia de amor.

Quizás, lo más interesante de esta exposición, además de su calidad, es su familiaridad y cercanía ya que podríamos reconocer imágenes de gentes y tierras de aquellos años en nuestra provincia.

CARLOS TRIGUEROS
Publicado en el periódico 
El Adelanto de Salamanca,
3 de junio de 1999

Manuel Rufo, la imposibilidad de columpiarse entre la realidad y el deseo

20/05/1999 § Deja un comentario

Hasta el 3 de junio podemos disfrutar de las «Voces extrañas» que nos muestra Manuel Rufo en la Sala de Exposiciones de Abrantes. La obra de Rufo parte del collage fotográfico para apropiarse del espacio expositivo a modo de instalación bidimensional creando su propio contexto de percepción. La división se hace evidente en la disposición de la obra: arriba imágenes silueteadas de fotografías de películas y revistas distribuidas como capítulos de un diario sentimental, abajo palabras hechas de flores representando una única proposición. El denominador común es hablar de la emoción desde dos estrategias complementarias, los hechos concretos y los conceptos ideales.

Manuel Rufo, desde principios de los noventa, viene depurando su obra cediendo la hipertextualidad de las citas fotográficas del imaginario colectivo (cine, televisión, revistas) a la palabra como forma y soporte de una sola y múltiple imagen, las flores. Un trabajo de desprendimiento y concreción, desde la superficie fotográfica hasta más allá de la idea, las emociones. Las piezas se alternan como una conversación introspectiva. No existen respuestas, todo es una gran cuestión enmarcada en los sentimientos humanos: ¿realidad o deseo?.

El elemento central y delimitador de esta exposición es su único objeto, un columpio. Su función como eje no es la de servir de frontera, sino la de  señalarnos que los límites son difusos, que no existe nada definitivo y que siempre pendulamos, que nuestra vida es un continuo suceder de elecciones, de opciones y de dudas y que, en definitiva, toda dialéctica es ficticia y blanda. Por este motivo Manuel Rufo plantea, frente al visitante, un constante juego de polaridades arriba y abajo, imagen y emoción, blanco y negro y color,  realidad y deseo. Un constante vaivén entre lugares comunes de la iconografía popular y los anhelos cotidianos. De una realidad nostálgica y desagradable a un deseo inalcanzable y agradable, o viceversa.

El espectador no puede permanecer impasible, ha de desplazarse para poder leer las piezas, mover la cabeza para leer en espiral o alejarse y acercarse para acceder, entre pájaros y flores, a un mundo confeccionado por imágenes, volvemos al balancéo.

Manuel Rufo utiliza la fotografía como fragmentos de nuestro pensamiento, como textos leídos por nuestro ánimo. Las imágenes cargadas de ideas son como frases que construyen una emoción.

La palabra es la propia imagen como nos cuenta el autor: «Descubrí entonces que lo que realmente estaba sucediendo era que cualquier imagen que seleccionara, al concretarse, perdía el grado de sugerente ambigüedad que la imagen de palabras que conformaban la frase poseían, lo que me llevó a pensar en la posibilidad de que algunas palabras pudieran tener una capacidad emotiva superior a determinadas imágenes».

Su poética se nos hace cercana si leemos su obra literalmente. Podemos sentir un «grito acorralado»  ante el ataque de los pájaros-besos, ofendernos ante improperios y accidentes verbales hechos con flores, divertirnos y angustiarnos frente a las  «escenas en el jardín» de flores encolerizadas por la invasión de los bebés-abeja, marearnos ante caballeros-flor camuflados entre «el lenguaje de las flores», dudar ante dos espirales floridas de palabras que finalizan en el deseo o en la realidad, y por último, o principio, comprobar la fisicidad de todos los enunciados ante el columpio que nos pasea entre dos enormes palabras, realidad/deseo, construidas con fotos de pétalos rotas.

La representación de sentimientos humanos, en estos tiempos tan cínicos, nos hacen pensar melancólicamente en las ilusiones de adolescencia. La sensación general es un regusto a lo inmediatamente añejo, a nostalgia, incluso las imágenes más atemporales, como las flores, nos trasladan a un mundo anterior en donde existían la utopías. El jarro de agua fría cae cuando al ver las fotos de alguien columpiándose nos entran ganas de emularlo y vemos un cartel sobre el columpio: «Muy frágil. No sentarse». La ilusión está rota y nos hace conscientes de otra utopía imposible: columpiarse entre la realidad y el deseo.

 

CARLOS TRIGUEROS
Publicado en el periódico 
El Adelanto de Salamanca,
20 de mayo de 1999

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