La luz y la furia de Rubén Rodrigo

30/11/2018 § Deja un comentario

Exposición individual 
Título: La luz y la furia
Artista: Rubén Rodrigo
Comisario: Carlos Trigueros Mori
Lugar: Primera planta de Domus Artium 2002, DA2
Fechas: 30 de noviembre de 2018 a 31 de marzo de 2019

laluzylafuria - +tmori

El color, al igual que el tacto o el olor, evoca. En sí mismo es memoria que va más allá del hecho pictórico. Rubén Rodrigo Silguero a través de su obra despliega huellas de coloración, sugerencias, lucubraciones sobre la superficie a través de un proceso sereno y traslúcido. Sus modos de hacer son aparentemente escuetos, disimulando sedimentos de cierta complejidad. Su propia manufactura se desarrolla, desde una performatividad sosegada y temporalmente dilatada, como un acto experiencial hacia el observador, en lugar de negociar información. A través de una técnica personal, cercana a la soak stain (mancha de empapado), le es posible alejarse de cualquier tipo de representación, expresión, acción manipuladora, de una conceptualización, de una narrativa o de la presencia del autor, disolviéndose entre la química que va revelando una no imagen. Sus cuadros son grandes masas de óleo reabsorbidas en una tela previamente imprimada con un tono. Un tratamiento orgánico y de devenir natural que testimonia lo que la biología demuestra, que la vida se desarrolla en virtud de la mezcla. Un juego visual de yuxtaposiciones, capas o veladuras que van conformando delicadas articulaciones e inflexiones de una coloración aparentemente pura. No obstante, la pintura de Rubén Rodrigo Silguero es una negación a cualquier tipo de pureza intransigente (ortodoxia, pudor, abstinencia, castidad o candor) que rebate la primera impresión de estar ante una obra intrascendente o simplista. La contaminación progresiva del color —al relacionarse con otros afines, complementarios o directamente contrarios— fomenta que aparezcan extravíos de la mirada e intuiciones. Una pintura libre e indisciplinada que ahonda, además, en la histórica relación entre fondo y figura, en el debate entre luz y su ocultación o en la impureza de lo orgánico desde la ambigüedad contemporánea. Conforme a su época, quizás sea este el momento de subsanar, alentar, respetar y desprenderse de auras impostadas hacia la serena contemplación de sensibilidades que afecten al observador. Aliento vital que se revela a través de las convulsiones de una quimérica pureza cromática. « Leer el resto de esta entrada »

Mario Giacomelli, un fotógrafo de domingos

03/06/1999 § Deja un comentario

En la sala del Patio de Escuelas hasta el 13 de junio podemos disfrutar de la exposición antológica de uno de los más importantes fotógrafos italianos, Mario Giacomelli. Nacido en Senigallia, Italia, con sus 74 años  sigue viviendo donde nació, ocupando su tiempo laboral en su taller de tipografía y haciendo fotos los domingos. Su obra ha sido expuesta en lugares tan dispares como el MoMA de Nueva York, Japón o China.

La fotografía de Giacomelli es la literalidad del blanco y negro rehusando conscientemente los matices. La mano del autor manipula la realidad «objetiva» de la cámara oscura para ejecutar una pintura. El acto fotográfico aparece como una mera excusa de su verdadero trabajo, el laboratorio. Para Giacomelli la fotografía se construye en el taller, como la poesía o la pintura, tacha, corrige y arregla la imagen hasta que se transforma en idea, una abstracción de manchas blancas y negras, pero sin obviar el carácter fotográfico. El papel emulsionado como lienzo y las figuras de la realidad la base sobre la que poetiza.

Mario Giacomelli crea mediante este ejercicio de síntesis, algo que va más allá de la idea, la emoción.  Unos ancianos retratados en el asilo con toda su crudeza, sin preciosismos, con cariño y compasión pero sin hacer concesiones a la estética. Ante estas imágenes el espectador se siente implicado y dolido. Es fuerte, sórdido y cruel y nos mete «el corazón en un puño».

Giacomelli es un hombre de su tiempo y su tierra. En sus paisajes podemos observar las telas de saco entretejidas de Alberto Burri, y en su visión testimonial sobre sus paisanos podemos identificar la mirada de sus contemporáneos Neorrealistas del cine de posguerra italiano. Estos paralelismos no solo tendrían lugar en los temas sino en como los siente, en como él se implica y no observa pasivamente. Giacomelli vive lo que ve y comparte con nosotros su diario emocional. Nos hace partícipes de una poética del sufrimiento por el miedo a envejecer, una poética del sacrifico en la tierra roturada, de la histeria de los curas jugando, de la vida en las gentes del pueblo, incluso, al final, una historia de amor.

Quizás, lo más interesante de esta exposición, además de su calidad, es su familiaridad y cercanía ya que podríamos reconocer imágenes de gentes y tierras de aquellos años en nuestra provincia.

CARLOS TRIGUEROS
Publicado en el periódico 
El Adelanto de Salamanca,
3 de junio de 1999

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